20 años sin el Pato
Hace dos décadas falleció Osvaldo Morresi. Fue en un accidente en La Plata, en ruta. A pesar de su deceso, es uno de los máximos referentes de Chevrolet.
Con su Chevrolet de 1988.
Ese año, Morresi alcanzó su pico más alto en el TC, porque peleó a brazo partido con los Ford el campeonato hasta la última carrera y, al final, terminó tercero en el torneo que ganó Oscar Aventín.
Morresi nació el 15 de agosto de 1952 en San Pedro, Buenos Aires, y la pasión por la velocidad la llevó de chico porque se inició en las divisiones inferiores para cualquier piloto, el karting. Después, desde diciembre de 1975 y hasta 1982, saltó al Turismo Nacional y demostró que tenía pasta, ya que fue campeón en 1978 a bordo de un Fiat 128 con cuatro victorias y doce podios.
Así quedó su auto en La Plata.
Su gran día fue el 4 de mayo de 1986 en el mismo escenario que lo vio debutar, el semipemanente de Tandil, y al final el año se sumó al equipo de los hermanos Satriano, Emilio y Pablo. En 1987 su unió al emblemático preparador de Chevrolet, Jorge Pedersoli y un año más tarde formó equipo con nada menos que Roberto Mouras, quién fue después tricampeón de TC, pero con Dodge.
Accidente y recuerdo de Osvaldo Pato Morresi.
En 1989 Morresi decidió correr con motores de Omar Wilke, quien formó una dupla muy efectiva en la preparación con Jorge Pedersoli, y ganó su segunda carrera en la catedral del automovilismo, el autódromo Oscar Gálvez. Sin especular acelerador, le ganó una carrera memorable en 1990 a Oscar Castellano en la última vuelta, de prepo, y ahí entró definitivamente en el corazón de la hinchada del Chivo.
Morresi alcanzó ocho triunfos en el TC, todos con Chevrolet, y un título de Turismo Nacional, y el 27 de marzo de 1994 iba a fondo, fiel a su estilo, y la muerte lo esperó en un talud de tierra, en la punta, y ganó la carrera de La Plata post morten.
Más allá de dejar su impronta como piloto en la historia de la popular categoría, el sampedrino Osvaldo Morresi fue un gran tipo, y alcanzó la estatura de ídolo para la hinchada del Chivo, a fuerza de talento, garra y corazón. Al punto que en su San Pedro natal tiene su museo.
Fuente: José Pommarés (Télam)
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