El destino cruel: a tres años de Las Vegas
Hoy se cumplen tres años de la muerte de Dan Wheldon, uno de los grandes pilotos que tuvo la IndyCar.
Wheldon falleció en Las Vegas.
Sin embargo, mientras espero como ustedes una buena noticia sobre la condición de Bianchi, no puedo dejar de pensar en varios de los eventos trágicos ocurridos en el deporte. El accidente de Dan Wheldon es el ejemplo ideal.
Octubre se ha caracterizado por muchos de los infortunios que han ocurrido al menos en los últimos 15 años: desde Greg Moore en 1999, pasando por los golpes que orillaron a Kenny Brack (2003) y a Dario Franchitti (el año pasado) a un cambio de aires, es una coincidencia que en esta época el deporte motor pase por estas situaciones; la lista es larga y por desgracia aumentó hace casi dos semanas (quién sabe qué pase en Talladega, muchos van con la sangre caliente).
Pero lo que ocurrió el 16 de octubre de 2011 se lleva todas las palmas. La carrera final de la IndyCar que marcaba muchos sucesos como la salida de Danica Patrick, la lucha de Franchitti contra Will Power por el título, la despedida del viejo chassis Dallara y los famosos 5 millones de dólares que Wheldon podía ganar.
Fue campeón en 2005.
El “saldo” fue de tres pilotos lesionados, Power, la chica Pippa Mann y el novato Hildebrand; Paul Tracy, Scheckter, Rice, Vitor Meira, Jay Howard y Alex Lloyd no han vuelto a correr en la serie, por diversas razones; Mike Conway dejó de correr en óvalos, él tuvo mucha mala suerte en cuestión de casi tres años, pero lo más trágico fue lo de Wheldon, bicampeón en Indianápolis y ex monarca de la serie, quien murió al instante por un golpe en la cabeza. Le tocó el infortunio de pegar contra un poste. Un par de centímetros detrás o delante y bien pudo correr con la misma suerte de otros, pero no. ¿Fue el destino? No lo sé.
Seguro a los aficionados de cabecera les pasó que, mientras los “sobrevivientes” dieron cinco vueltas honrando la memoria de "Lionheart", estallaron en llanto. Así como Franchitti. Como yo. Ese homenaje también está en YouTube.
El día siguiente fue aún más pesado: la opinión pública, tanto medios como gente que no ve las carreras, a veces hablaba sin sentido, tanto en el aspecto humano como en el del deportivo. Diarios de todo el mundo tenían las imágenes en primera plana. Ni hablar de los programas con grandes audiencias. “Que los autos son muy peligrosos”, “que deberían dejar de correr en óvalos”, “que debería desaparecer esa serie”, y así podría ir por muchas páginas describiendo percepciones muy similares a las que surgieron ahora que pasó con Bianchi. ¿La culpa fue del comisario? No. ¿Bianchi aceleró de más? No. ¿Fue el destino? No lo sé.
Dos veces ganó la Indy 500.
Mientras no irrumpa el espíritu de competencia, sin dejar de lado el espectáculo de la supremacía de uno sobre otro y la innovación de las medidas de seguridad, todo estará en orden dentro de lo que cabe, ya que como lo vimos hace dos semanas, uno nunca sabe lo que pueda ocurrir. Por desgracia, los accidentes y el morbo, no la competencia, son el tema que predomina en grandes audiencias. Pregúntenle a Tony Stewart, a quien no lo dejan salir del ojo del huracán injustamente. Lo único que hace es deshonrar la memoria de los que se fueron y dañar sin razón la imagen tan diferente que tienen los autos de carrera. ¿Fue el destino quien lo puso en la terrible situación de accidentarse en Canandaigua, Nueva York? No lo sé.
Sé que el destino tiene mucho que ver en estas situaciones. También sé que ha sido muy cruel en los últimos 15 años, coincidentemente en octubre. Los héroes con los que crecemos y las hazañas que escribimos y compartimos, a veces son la razón por la que seguimos de este lado. Sin importar el riesgo ni los obstáculos, como todo en la vida, siempre están ahí, listos para la siguiente prueba, pero como cuando manejamos en la carretera o estamos en cualquier contexto, nunca sabremos a ciencia cierta lo que el destino nos presente. Así como a Jules. Tal como el gran Dan.
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